"EL RETO MÁS COMPLEJO HOY EN DÍA ES CONSEGUIR CREAR UN SITIO DIFERENTE MANTENIENDO LA ESENCIA DE MENORCA."
C on la debida dosis de esfuerzo y tomando las decisiones adecuadas, las buenas ideas siempre encuentran la forma de transformarse en buenas realidades. Este es el caso de Amagatay, un hotel boutique de lujo con un marcado carácter rústico situado en la más oriental de las Islas Baleares. Aunque la idea de crear un oasis de paz y tranquilidad en un entorno cada vez más amenazado por el turismo de masas podría parecer casi utópica, este establecimiento ubicado cerca de la localidad de Alaior, en el interior de Menorca, consigue representar con mucho acierto la esencia del Mediterráneo.
“La idea era dar vida a un sitio auténtico con un toque actual, crear un hotel que fuese como tu propia finca, un espacio muy grande con pocas habitaciones para buscar la máxima privacidad”, dice Álvaro Sasiambarrena, de NUMA Signature, la joven empresa española detrás de Amagatay, que gestiona hoteles de lujo singulares en distintos rincones de la costa mediterránea española. “Queríamos transmitir una clara sensación de desconexión con el día a día, de armonía, y mostrar a los clientes lo más auténtico de Menorca: su arquitectura, su campo, su gastronomía, etc., con un toque de lujo”.
La puesta en marcha del proyecto implicó un laborioso proceso de adaptación de una finca agrícola con más de 100 años de antigüedad. Por ello, la obra se llevó a cabo con mucho mimo y cariño, respetando al máximo la fisonomía original del edificio al tiempo que se actualizaba y se dotaba de todas las comodidades actuales. “Virginia Nieto se encargó de la rehabilitación y la decoración de Amagatay. Ella buscó un diseño único y a medida para el nuevo hotel y decoró cada estancia con la ayuda de infinidad de artesanos españoles”, explica Claudia.
Amagatay es mímesis con el entorno, actitud bohemia y elegancia sin artificios; en definitiva, es sinónimo de turismo de calidad, de ese que se caracteriza por el respeto por el entorno y las ganas genuinas de descubrir el carácter del lugar de destino. Cuando uno cruza las puertas de la finca y camina entre olivos y muros de piedra, con el aire cargado del perfume del romero y la lavanda, nota cómo Menorca es, más que un lugar, una forma de vivir. En las estancias del hotel predominan el blanco los ocres, los verdes y los tonos naturales de la madera, el mimbre y la roca de marés. En el restaurante del hotel, al cargo del chef Juanjo López, una carta en la que destacan los productos locales y de calidad refleja la honestidad de la propuesta: Amagatay es un lugar para disfrutar. Aquí todo rezuma lujo, un lujo diferente, silencioso, lejos de las estridencias de los puertos deportivos abarrotados y ruidosos y de los bulliciosos núcleos urbanos que concentran la mayor parte del turismo balear.
“Nuestros clientes son personas a las que les gusta la naturaleza, la sostenibilidad y, por supuesto, la cultura menorquina”, indica Claudia con una sonrisa, al tiempo que admite que, tal y como funciona la industria turística española en la actualidad, conseguir crear un sitio diferente manteniendo la esencia de las islas es un reto inmenso. “Creo que con Amagatay lo hemos conseguido”, dice con satisfacción.
Texto: José María Sainz-Maza Del Olmo
Fotografías: Ariadna Puigdomenech
"EL RETO MÁS COMPLEJO HOY EN DÍA ES CONSEGUIR CREAR UN SITIO DIFERENTE MANTENIENDO LA ESENCIA DE MENORCA."
C on la debida dosis de esfuerzo y tomando las decisiones adecuadas, las buenas ideas siempre encuentran la forma de transformarse en buenas realidades. Este es el caso de Amagatay, un hotel boutique de lujo con un marcado carácter rústico situado en la más oriental de las Islas Baleares. Aunque la idea de crear un oasis de paz y tranquilidad en un entorno cada vez más amenazado por el turismo de masas podría parecer casi utópica, este establecimiento ubicado cerca de la localidad de Alaior, en el interior de Menorca, consigue representar con mucho acierto la esencia del Mediterráneo.
“La idea era dar vida a un sitio auténtico con un toque actual, crear un hotel que fuese como tu propia finca, un espacio muy grande con pocas habitaciones para buscar la máxima privacidad”, dice Álvaro Sasiambarrena, de NUMA Signature, la joven empresa española detrás de Amagatay, que gestiona hoteles de lujo singulares en distintos rincones de la costa mediterránea española. “Queríamos transmitir una clara sensación de desconexión con el día a día, de armonía, y mostrar a los clientes lo más auténtico de Menorca: su arquitectura, su campo, su gastronomía, etc., con un toque de lujo”.
La puesta en marcha del proyecto implicó un laborioso proceso de adaptación de una finca agrícola con más de 100 años de antigüedad. Por ello, la obra se llevó a cabo con mucho mimo y cariño, respetando al máximo la fisonomía original del edificio al tiempo que se actualizaba y se dotaba de todas las comodidades actuales. “Virginia Nieto se encargó de la rehabilitación y la decoración de Amagatay. Ella buscó un diseño único y a medida para el nuevo hotel y decoró cada estancia con la ayuda de infinidad de artesanos españoles”, explica Claudia.
Amagatay es mímesis con el entorno, actitud bohemia y elegancia sin artificios; en definitiva, es sinónimo de turismo de calidad, de ese que se caracteriza por el respeto por el entorno y las ganas genuinas de descubrir el carácter del lugar de destino. Cuando uno cruza las puertas de la finca y camina entre olivos y muros de piedra, con el aire cargado del perfume del romero y la lavanda, nota cómo Menorca es, más que un lugar, una forma de vivir. En las estancias del hotel predominan el blanco los ocres, los verdes y los tonos naturales de la madera, el mimbre y la roca de marés. En el restaurante del hotel, al cargo del chef Juanjo López, una carta en la que destacan los productos locales y de calidad refleja la honestidad de la propuesta: Amagatay es un lugar para disfrutar. Aquí todo rezuma lujo, un lujo diferente, silencioso, lejos de las estridencias de los puertos deportivos abarrotados y ruidosos y de los bulliciosos núcleos urbanos que concentran la mayor parte del turismo balear.
“Nuestros clientes son personas a las que les gusta la naturaleza, la sostenibilidad y, por supuesto, la cultura menorquina”, indica Claudia con una sonrisa, al tiempo que admite que, tal y como funciona la industria turística española en la actualidad, conseguir crear un sitio diferente manteniendo la esencia de las islas es un reto inmenso. “Creo que con Amagatay lo hemos conseguido”, dice con satisfacción.
Texto: José María Sainz-Maza Del Olmo
Fotografías: Ariadna Puigdomenech