"LA MAESTRÍA ESCULTÓRICA QUE ENCIERRA CADA UNO DE LOS ELEMENTOS DE JULIETA ÁLVAREZ ES UN EJERCICIO ARTESANO DE BELLEZA. UN VIAJE QUE DESDE LA ATENTA MIRADA NOS BRINDA OTROS MUNDOS."
El idilio de Julieta Álvarez con la cerámica comenzó en su infancia. En su hogar, un microcosmos artístico en el que coexistían la pintura, la poesía, el teatro y la escultura, era inevitable que el proceso creativo se viviera de manera orgánica. Junto a su padre, quien solía llevar pellas de barro a casa, pasaba horas modelando, jugando y disfrutando de cada momento. Más tarde esta niña fantaseó con la idea de ser buzo, hizo sus pinitos en el teatro y estudió diseño. Pero su destino era otro. Los cursos con Resu Labrador le recordaron esa pasión temprana por el barro. Material que le ha permitido sumergirse en sí misma, desconectar y vivir el presente. A través de sus manos, Julieta trabaja guiada por la intuición. No hay moldes, lo que hace que cada pieza sea diferente y requiera de gran habilidad.
La exposición que preparó hace años para Mad Is Mad marcó un antes y un después. Influida por Calder diseñó unos móviles colgantes que estaban formados por piezas pequeñas y geométricas en tonos pastel. En la contemplación de dichas piezas se dio cuenta de que podrían funcionar de manera independiente, como accesorio. La idea fue cogiendo fuerza en su cabeza convirtiéndose en el nacimiento de su joyería.
Pero la cerámica no sólo le ha brindado la posibilidad de hacer producto, ha ido más allá. Le ha regalado la oportunidad de realizar trabajos escultóricos, performances e instalaciones. Proyectos más libres. Julieta, que entiende la belleza como un «enigma y algo profundo», recuerda para Ikigai Magazine una de las creaciones que puso las bases sobre las que se cimenta parte de su cerámica. «Un pájaro rojo que en la cocción del esmalte se cayó dentro del horno y quedó un lado “estropeado”. Estas cosas me han marcado mucho. Ahora le doy valor a esos “fallos” o imperfecciones. A veces, incluso pueden suponer el punto de partida para el diseño de una colección».
Además de Georgia O´Keeffe, Pina Bausch es también uno de los máximos referentes de los que bebe la obra de Julieta Álvarez. El trabajo de la alemana le ha ayudado a ver esa imperfección como lo más humano y bello. El lugar en el que reside el alma de la pieza. La sensibilidad del barro, su poder transformador y los tiempos que el material impone han sido parte vital del aprendizaje de la ceramista madrileña. La luz y el color son estandartes de la marca Julieta Álvarez. Por ello, en ocasiones ha diseñado partiendo de estas premisas, antes que desde la forma, confiriéndoles identidad propia. Siente predilección por los tonos pastel y los colores muy vivos mezclados con el oro. Pero no deja de lado los mates y los colores oscuros. Inspirada por la naturaleza y el cosmos, sus colecciones son una oda a la belleza, el caos y la pureza. Es fácil enamorarse de Iris, Georgia, Cala o Lola, colecciones a caballo entre el mundo onírico y el corpóreo. Pendientes, collares y anillos que recrean formas orgánicas como las ostras, los corales, los pétalos de una flor e incluso el magnético baile de un vestido flamenco, con duende, que dirían otros. Cuando le preguntamos por el bloqueo creativo nos dice que procura no darle demasiada importancia, que en la distracción aparecen nuevas ideas. Han sido muchas las veces que ha querido tirar la toalla, pero las alegrías y sorpresas le han mantenido a flote.
Le fascina la obra de Remedios Varo y Leonora Carrington. Partiendo de que la inspiración está en todas partes intenta ser muy observadora. «Ahora me gusta mucho fijarme en cómo la gente se enfrenta a ciertas cosas que le pasan en la vida y en cómo se relacionan con los demás». Cuando en Ikigai Magazine le preguntamos por la creación que más le representa nos habla de su nueva colección, que se presentará en febrero de 2024 y llevará el nombre de Carmencita. «Un homenaje a mi abuela paterna y a las mujeres que me han influenciado a lo largo de los años».
Actualmente Julieta está inmersa en un nuevo proyecto que le hace muy feliz. Está llevando la dirección creativa de un ciclo cultural llamado Acto Número que tiene lugar desde principios de este 2024 en el maravilloso espacio Rúe Vintage 74. «Comisario exposiciones colectivas e individuales, presentaciones, conferencias, conciertos, etc. Siempre con el arte, la artesanía y el diseño como elementos esenciales». También nos habla sobre la exposición La Escultura Tímida, que tendrá lugar en el Museo del Traje. En ella se hace un recorrido en torno a la joyería histórica y contemporánea de la que está muy alegre de formar parte. La niña a la que le hicieron sentir que contemplar estaba mal es hoy una de las ceramistas más alabadas. Su trabajo es expuesto en galerías y tiendas de museos de Francia, Rusia o Kazajistán. La maestría escultórica que encierra cada uno de los elementos de Julieta Álvarez es un ejercicio artesano de belleza. Un viaje que desde la atenta mirada nos brinda otros mundos.
Texto: Clara Colorado
Fotografías: Elisa Ciappi / Rosa Copado / Jose Señorán / Jon Pulachet / Flavio Orsolato / Erea Azurmendi / Guillermo De la Torre
"LA MAESTRÍA ESCULTÓRICA QUE ENCIERRA CADA UNO DE LOS ELEMENTOS DE JULIETA ÁLVAREZ ES UN EJERCICIO ARTESANO DE BELLEZA. UN VIAJE QUE DESDE LA ATENTA MIRADA NOS BRINDA OTROS MUNDOS."
El idilio de Julieta Álvarez con la cerámica comenzó en su infancia. En su hogar, un microcosmos artístico en el que coexistían la pintura, la poesía, el teatro y la escultura, era inevitable que el proceso creativo se viviera de manera orgánica. Junto a su padre, quien solía llevar pellas de barro a casa, pasaba horas modelando, jugando y disfrutando de cada momento. Más tarde esta niña fantaseó con la idea de ser buzo, hizo sus pinitos en el teatro y estudió diseño. Pero su destino era otro. Los cursos con Resu Labrador le recordaron esa pasión temprana por el barro. Material que le ha permitido sumergirse en sí misma, desconectar y vivir el presente. A través de sus manos, Julieta trabaja guiada por la intuición. No hay moldes, lo que hace que cada pieza sea diferente y requiera de gran habilidad.
La exposición que preparó hace años para Mad Is Mad marcó un antes y un después. Influida por Calder diseñó unos móviles colgantes que estaban formados por piezas pequeñas y geométricas en tonos pastel. En la contemplación de dichas piezas se dio cuenta de que podrían funcionar de manera independiente, como accesorio. La idea fue cogiendo fuerza en su cabeza convirtiéndose en el nacimiento de su joyería.
Pero la cerámica no sólo le ha brindado la posibilidad de hacer producto, ha ido más allá. Le ha regalado la oportunidad de realizar trabajos escultóricos, performances e instalaciones. Proyectos más libres. Julieta, que entiende la belleza como un «enigma y algo profundo», recuerda para Ikigai Magazine una de las creaciones que puso las bases sobre las que se cimenta parte de su cerámica. «Un pájaro rojo que en la cocción del esmalte se cayó dentro del horno y quedó un lado “estropeado”. Estas cosas me han marcado mucho. Ahora le doy valor a esos “fallos” o imperfecciones. A veces, incluso pueden suponer el punto de partida para el diseño de una colección».
Además de Georgia O´Keeffe, Pina Bausch es también uno de los máximos referentes de los que bebe la obra de Julieta Álvarez. El trabajo de la alemana le ha ayudado a ver esa imperfección como lo más humano y bello. El lugar en el que reside el alma de la pieza. La sensibilidad del barro, su poder transformador y los tiempos que el material impone han sido parte vital del aprendizaje de la ceramista madrileña. La luz y el color son estandartes de la marca Julieta Álvarez. Por ello, en ocasiones ha diseñado partiendo de estas premisas, antes que desde la forma, confiriéndoles identidad propia. Siente predilección por los tonos pastel y los colores muy vivos mezclados con el oro. Pero no deja de lado los mates y los colores oscuros. Inspirada por la naturaleza y el cosmos, sus colecciones son una oda a la belleza, el caos y la pureza. Es fácil enamorarse de Iris, Georgia, Cala o Lola, colecciones a caballo entre el mundo onírico y el corpóreo. Pendientes, collares y anillos que recrean formas orgánicas como las ostras, los corales, los pétalos de una flor e incluso el magnético baile de un vestido flamenco, con duende, que dirían otros. Cuando le preguntamos por el bloqueo creativo nos dice que procura no darle demasiada importancia, que en la distracción aparecen nuevas ideas. Han sido muchas las veces que ha querido tirar la toalla, pero las alegrías y sorpresas le han mantenido a flote.
Le fascina la obra de Remedios Varo y Leonora Carrington. Partiendo de que la inspiración está en todas partes intenta ser muy observadora. «Ahora me gusta mucho fijarme en cómo la gente se enfrenta a ciertas cosas que le pasan en la vida y en cómo se relacionan con los demás». Cuando en Ikigai Magazine le preguntamos por la creación que más le representa nos habla de su nueva colección, que se presentará en febrero de 2024 y llevará el nombre de Carmencita. «Un homenaje a mi abuela paterna y a las mujeres que me han influenciado a lo largo de los años».
Actualmente Julieta está inmersa en un nuevo proyecto que le hace muy feliz. Está llevando la dirección creativa de un ciclo cultural llamado Acto Número que tiene lugar desde principios de este 2024 en el maravilloso espacio Rúe Vintage 74. «Comisario exposiciones colectivas e individuales, presentaciones, conferencias, conciertos, etc. Siempre con el arte, la artesanía y el diseño como elementos esenciales». También nos habla sobre la exposición La Escultura Tímida, que tendrá lugar en el Museo del Traje. En ella se hace un recorrido en torno a la joyería histórica y contemporánea de la que está muy alegre de formar parte. La niña a la que le hicieron sentir que contemplar estaba mal es hoy una de las ceramistas más alabadas. Su trabajo es expuesto en galerías y tiendas de museos de Francia, Rusia o Kazajistán. La maestría escultórica que encierra cada uno de los elementos de Julieta Álvarez es un ejercicio artesano de belleza. Un viaje que desde la atenta mirada nos brinda otros mundos.
Texto: Clara Colorado
Fotografías: Elisa Ciappi / Rosa Copado / Jose Señorán / Jon Pulachet / Flavio Orsolato / Erea Azurmendi / Guillermo De la Torre