"MIS PIEZAS REFLEJAN MI ESTADO EMOCIONAL EN EL MOMENTO DE PINTARLAS. HAY DÍAS EN LOS QUE ME SERÍA IMPOSIBLE PINTAR CON CIERTA PALETA DE COLORES; OTROS SUCEDE LO CONTRARIO."
“M e llamo Violeta porque, al parecer, nací con una ‘v’ morada marcada en la frente, justo encima de la nariz”, nos cuenta la artista madrileña Violeta Maya. En sus creaciones abundan las formas abstractas y los colores brillantes, con trazos visibles y contornos sugerentes que invitan a la imaginación. Todo ello nos habla de la autora, de su relación con el arte y su interés por llevar el dinamismo al lienzo.
Violeta nos dice, sonriendo, que creció en el campo en el seno de una familia de artistas. “Como mis padres pintan, siempre me fue muy familiar estar en un estudio lleno de pintura y pinceles, en medio de experimentos creativos y conversaciones al respecto”, explica. El arte nunca le fue ajeno: a los 5 años comenzó a aprender violín, llegando a entrar en un colegio de música especializado. Más tarde, durante su adolescencia, se interesó por el collage y la fotografía.
Una vez graduada, Violeta siguió formándose en centros de prestigio: “Estudié un curso preparatorio en Central Saint Martins, en Londres, donde luego permanecí para estudiar la carrera de Interacción e Imagen en Movimiento, lo que me ayudó a aprender sobre técnicas de vídeo, instalaciones interactivas, sensores, motores y animación”, indica. “Siempre me ha interesado mucho el movimiento, y a día de hoy creo que está muy presente en mi obra. Yo llevaba gran parte de mi vida pintando por mi cuenta, pero nunca me lo había tomado muy en serio. Cuando terminé la carrera y me puse a pensar sobre lo que quería hacer, me di cuenta de que la pintura podía ser mi camino, y empecé a trabajar cada vez más en serio.”
En la actualidad, Violeta trabaja sobre todo con colores acrílicos y pigmentos muy aguados sobre lienzo. Con estas técnicas y variaciones constantes de la paleta de colores consigue reflejar bien sus estados de ánimo, que influyen también en la composición de los cuadros. “Al ser un ejercicio de improvisación, creo que consigo que mi pintura sea muy cruda, muy expresiva”, reflexiona la artista madrileña. Para ella, es esencial que su trabajo sea intuitivo: “Intento no pensar mucho, la verdad, ya que creo que cuanto menos sesudo es un trabajo, mejor es el resultado. Por lo menos en mi caso, noto mucho cuando he intentado algo con demasiado ahínco y no he dejado a la pintura y a mí misma fluir adecuadamente. Arriesgarse es fundamental.”
Lo que Violeta consigue al trabajar con una pintura tan aguada es, más que imponer unas ideas en el lienzo, entablar una conversación con él. “Yo propongo un color y una mancha, pero luego esa mancha evoluciona de manera aleatoria. Entonces voy construyendo la obra alrededor del modo en que reacciona la pintura, que se ve muy afectada a su vez por el entorno en el que se encuentra (niveles de humedad, temperatura, nivelación y material del suelo, etc.)”, nos cuenta la joven creadora. “De esta forma consigo resultados diferentes y sorprendentes incluso para mí misma. Así, siempre me divierto pintando; lo veo como una forma de jugar.”
Gracias a esta particular manera de trabajar la pintura, Violeta ha cosechado un éxito que le ha permitido exponer en distintos países—solo en 2024, ya ha pisado sendas ferias en México y los Estados Unidos—. “Este año se presenta cargado de proyectos interesantes”, sonríe la artista. “En septiembre expondré en KIAF de Seúl, en Corea del Sur; en diciembre, en el Art Basel de Miami, y el año que viene mi obra podrá verse en Nueva York, en la Nicelle Beauchene Gallery, y en Girona, en la Alzueta Gallery del Palacio Casavells. También tengo en mente otras cositas, pero aún no puedo hablar de ellas”, confiesa Violeta entre risas mientras nos despedimos.
Texto: José María Sainz-Maza Del Olmo
Fotografías: Natalia Puras / Marta Rubio / Judit Bou
"MIS PIEZAS REFLEJAN MI ESTADO EMOCIONAL EN EL MOMENTO DE PINTARLAS. HAY DÍAS EN LOS QUE ME SERÍA IMPOSIBLE PINTAR CON CIERTA PALETA DE COLORES; OTROS SUCEDE LO CONTRARIO."
“M e llamo Violeta porque, al parecer, nací con una ‘v’ morada marcada en la frente, justo encima de la nariz”, nos cuenta la artista madrileña Violeta Maya. En sus creaciones abundan las formas abstractas y los colores brillantes, con trazos visibles y contornos sugerentes que invitan a la imaginación. Todo ello nos habla de la autora, de su relación con el arte y su interés por llevar el dinamismo al lienzo.
Violeta nos dice, sonriendo, que creció en el campo en el seno de una familia de artistas. “Como mis padres pintan, siempre me fue muy familiar estar en un estudio lleno de pintura y pinceles, en medio de experimentos creativos y conversaciones al respecto”, explica. El arte nunca le fue ajeno: a los 5 años comenzó a aprender violín, llegando a entrar en un colegio de música especializado. Más tarde, durante su adolescencia, se interesó por el collage y la fotografía.
Una vez graduada, Violeta siguió formándose en centros de prestigio: “Estudié un curso preparatorio en Central Saint Martins, en Londres, donde luego permanecí para estudiar la carrera de Interacción e Imagen en Movimiento, lo que me ayudó a aprender sobre técnicas de vídeo, instalaciones interactivas, sensores, motores y animación”, indica. “Siempre me ha interesado mucho el movimiento, y a día de hoy creo que está muy presente en mi obra. Yo llevaba gran parte de mi vida pintando por mi cuenta, pero nunca me lo había tomado muy en serio. Cuando terminé la carrera y me puse a pensar sobre lo que quería hacer, me di cuenta de que la pintura podía ser mi camino, y empecé a trabajar cada vez más en serio.”
En la actualidad, Violeta trabaja sobre todo con colores acrílicos y pigmentos muy aguados sobre lienzo. Con estas técnicas y variaciones constantes de la paleta de colores consigue reflejar bien sus estados de ánimo, que influyen también en la composición de los cuadros. “Al ser un ejercicio de improvisación, creo que consigo que mi pintura sea muy cruda, muy expresiva”, reflexiona la artista madrileña. Para ella, es esencial que su trabajo sea intuitivo: “Intento no pensar mucho, la verdad, ya que creo que cuanto menos sesudo es un trabajo, mejor es el resultado. Por lo menos en mi caso, noto mucho cuando he intentado algo con demasiado ahínco y no he dejado a la pintura y a mí misma fluir adecuadamente. Arriesgarse es fundamental.”
Lo que Violeta consigue al trabajar con una pintura tan aguada es, más que imponer unas ideas en el lienzo, entablar una conversación con él. “Yo propongo un color y una mancha, pero luego esa mancha evoluciona de manera aleatoria. Entonces voy construyendo la obra alrededor del modo en que reacciona la pintura, que se ve muy afectada a su vez por el entorno en el que se encuentra (niveles de humedad, temperatura, nivelación y material del suelo, etc.)”, nos cuenta la joven creadora. “De esta forma consigo resultados diferentes y sorprendentes incluso para mí misma. Así, siempre me divierto pintando; lo veo como una forma de jugar.”
Gracias a esta particular manera de trabajar la pintura, Violeta ha cosechado un éxito que le ha permitido exponer en distintos países—solo en 2024, ya ha pisado sendas ferias en México y los Estados Unidos—. “Este año se presenta cargado de proyectos interesantes”, sonríe la artista. “En septiembre expondré en KIAF de Seúl, en Corea del Sur; en diciembre, en el Art Basel de Miami, y el año que viene mi obra podrá verse en Nueva York, en la Nicelle Beauchene Gallery, y en Girona, en la Alzueta Gallery del Palacio Casavells. También tengo en mente otras cositas, pero aún no puedo hablar de ellas”, confiesa Violeta entre risas mientras nos despedimos.
Texto: José María Sainz-Maza Del Olmo
Fotografías: Natalia Puras / Marta Rubio / Judit Bou